lunes, 1 de septiembre de 2008

El valor de los errores















Recién despertaba de una siesta necesaria buscando reponer algunas energias o probablemente, para encontrar un momento de paz abrazado a mi almohada.
Con los ojos abiertos teniendo de cielo el techo de mi cuarto, pensaba en miles de cosas, en lo complejo de vivir, lo intrincado que a veces se vuelve tomar decisiones correctas en este mundo de imperfecciones y tentaciones vanas.
Y es cuando medito en que todos sin excepciones, estamos expuestos a cometer errores, unos más grandes que otros, unos mas concientes que otros, unas veces por no meditar en las consecuencias de nuestros actos y determinaciones, porque quizás mientras nos vemos sumergidos en alguna situación que nos seduce y roba nuestra completa atención, no estamos en pleno juicio de razonar con objetividad.
Es hasta cuando la situación se nos va de la mano, nos golpea de tal forma que pareciera que en un suspiro, pasa sobre nosotros un huracán violento, implacable, arrasando con nuestra paz, estabilidad, alegria y se apropia sin pedir permiso y nos lastima tanto que a veces se vuelve como un lamento infinito que no logramos superar.
Y es que somos tan conflictivos a veces que podemos predecir y oler las cosas cuando no están bien, pero en lugar de evitarlo o evadirlo con una decisión iluminada, aceleramos el proceso de destrucción y caemos atrapados en un abismo sin fondo, en situaciones incómodas o dolorosas que pudimos haber evitado con tan solo tomar una puntual y sabia decisión, pero por nuestra naturaleza inestable nos sumergimos en el caos de una lección innecesaria.
Alguien una vez me dijo que cuando tu voz interior te alerte, hazle caso, no en vano se le ocurrió alertarte.
Por otro lado, seria aburrido acertar en todas las decisiones y volvernos de repente psíquicos que saben casi con fé ciega lo que debemos hacer, sea en el plano que nos toque decidir: amoroso, profesional, familiar, financiero etc.…
No es que cometer errores sea algo fascinante y pasarla mal fuera una actividad estimulante, pero sino te equivocaras no habrían lecciones, no habría crecimiento humano, no se maduraría a tiempo aprendiendo de nuestras malas decisiones o acciones.
Siempre he pensado que todos estamos proclives a errar, por eso no soporto a los que cuando te equivocas, en lugar de darte un apoyo moral, se dedican a abrir mas tu herida, a colaborar pero con críticas que lastiman mas. ¿Acaso no es suficiente el sufrimiento que generan nuestras ilógicas determinaciones?
Sé y estoy seguro que en esos momentos mas que una crítica, necesitamos apoyo, amistad, solidaridad, entereza, afecto, ánimos sinceros.
Sea cual sea el error que cometas, no hay nada mas que ayude a superarlo que el cariño de las personas, de los amigos y familiares, aunque bueno, a veces la familia suele ser lastimosamente dura en estas situaciones, por eso es bueno tener a mano amistades de esas que se pueden contar con los dedos, pero que involucran calidad y afectos infinitos.
Amigos que sepan escuchar, que te permitan desahogar las tristezas , los pensamientos y que te carguen de el optimismo de que todo pasará y como siempre un nuevo sol de mejores brillos amanecerá mañana borrando las penas y renovando las esperanzas de tiempos mejores por muy difícil que sea la situación.
Y así cuando el mal momento se convierta con el tiempo en lección de vida, sabrás agradecer a esas contadas personas que no perdieron su fé en ti, y que te extendieron la mano desinteresadamente, sin pedir nada más que mantener un lazo de amistad que no lo perjudicó ni lo cambió tus tropiezos ni desaciertos.
Personalmente he cometido muchos errores y soy un reincidente ilógico de primera, pero si hablamos de moralejas, puedo decir con mucha propiedad y seguridad que, aunque no sea delicioso y apasionante aceptar que nos hemos equivocado en algo, las lecciones, las cicatrices que nuestras malas decisiones dejan en nosotros, hacen que veamos la vida tal cual es, sin ficciones de momento, sin plasticidad ni máscaras, con mas autenticidad y humildad.
De esa forma puedo comprender sin volverme verdugo de aquellos que de pronto, atraviesan una vivencia similar a alguna de las que me correspondió vivir y es cuando me doy cuenta que me he vuelto mas humano, mas sincero, mas honesto.
Siempre existirán personas que se jactan de ser “perfectas” o de robarle el lugar a Dios señalando con el dedo sin olvidar que al señalar, hay tres dedos que los apuntan en sus propios silencios aunque sean como todos nosotros, ahí en la privacidad de el ruido de sus propios actos y pensamientos.
Un abrazo
31-08-2008