jueves, 7 de octubre de 2010

Reflexionando a solas

No hay momento más auténtico con el “yo” interno que aquel que se tiene a solas en nuestra propia realidad, en ese espacio de cuatro paredes donde vivimos y donde relajamos a plenitud lo que somos, lo que sentimos, las cosas que el día dejó y las reflexiones que trajo consigo.
Ese momento es totalmente nuestro, no hay máscaras ni sonrisas fingidas, ahí
somos tal cual somos, ahí dejamos fluir nuestras angustias y esa particular actividad de hablar a solas, una especie de auto-cuestionario de algunas actitudes que no debimos tener o de aquellas que debimos tener, pero dejamos escapar en intentos fallidos.

La privacidad, ese momento de soledad donde meditamos lo que el día se llevó y planificamos como hacerle frente a lo que el día siguiente traerá, las cosas que dejamos en suspenso por olvidos involuntarios o falta de tiempo por la acelerada forma en que concebimos nuestra vida.
Desnudos en ese momento sin complejos, ni secretos, somos verdad clara y precisa, muchas mentiras descritas como verdades en el día, se desenmascaran y se sinceran en ese silencio que se abre ante nosotros, ya cuando la noche se hace profunda e implacable.

Vienen las eternos dilemas a visitar con el prólogo del sueño, una lluvia de preguntas que comienzan con: ¿Por qué?, ¿Cómo haré?, ¿Qué pasará?, ¿Dónde?, ¿Cuándo?, ¿Dios estas ahí? Nos acompañan mientras el cansancio llega y nos avisa que es hora de dormir y preparar
el cuerpo y el alma para el mañana, que aunque no amanece, es probable que luego de haber tenido esa plática breve con nosotros mismos, despertemos con alguna luz que nos permita solventar más de una interrogante que se quedo en la nube flotante de nuestro pensamiento.

Cada quien probablemente tendrá sus privados momentos, hay que disfrutarlos y aprovecharlos para traer al día un “Yo” más real y sincero, desnudo de afectos y miedos.

Mientras lo medito, Un Abrazo