jueves, 8 de enero de 2009

El silencio de la indignación


¿Cuál de los silencios es el más profundo? ¿Aquel que se apresa solo en un grito que no sale de nosotros o el que se mantiene en una lágrima, traducida en tristezas con un lenguaje incomprensible?
Existen vivencias que traen a la realidad esos breves e impotentes momentos en que las palabras se ven silenciadas por una limitación de fonemas, breves impulsos callados, que recorren cada parte de nosotros cuando simplemente no sabemos qué decir.
Se puede poseer una maestría, un doctorado en retórica, ser un as para la oratoria que seduce, pero con todo y los superpoderes de la palabra, se vuelven nada cuando la vida nos pone ante el escenario de una prueba.
¿Cuántas expresiones pueden nacer de tu boca cuando un delincuente empuña con violencia presionando tu pecho, un arma de fuego y ordena que entregues tus pertenencias(si es que tienes la suerte de tener alguna), sumido en una locura de adrenalina fluida?
El miedo del que eres sujeto en esos fugases e interminables segundos, es indescriptible, indescifrable, un breve temblor involuntario al gatillo bastaría para lograr que una vida inocente, sea sacrificada por la violencia clandestina.
Los hechos violentos, el invento despiadado de la guerra y la necesidad enferma de un poder desalmado a costillas de inocentes, muchas veces provoca una tristeza que nos corta el habla y elabora mares de un impenetrable silencio.
Cuando la sociedad se vuelve sordomuda ante la injusticia, la corrupción, el vandalismo, la falta de moral, entonces es ahí, cuando un aire frío de frustración social silencia las palabras.
Cada amanecer se vuelve casi una repetida película con escenas incrustadas de similar contenido: secuestros, asesinatos, robos, violaciones no solo de mujeres sino también de leyes constitucionales, no me queda más que callar por dentro, aunque una rabia infinita me ahoga y se queda presa en mi, esperando utópicamente un cambio, que me haga romper el silencio forzado ante tanta inseguridad, tanta desigualdad e injusticia social.
Entiéndase que, cuando me refiero a callar, limito solamente las palabras no a las acciones.
Somos las lágrimas de nuestros pueblos heridos por, guerras inventadas para acrecentar el poder enfermizo de naciones y por corrupción política.
Siento que debemos hacer algo más que crear tertulias de crítica y agachar la cabeza ante las injusticias que se gesten en nuestras sociedades de América latina.
Debemos volvernos rebeldes ante las injusticias sociales o por lo menos, provocar ruidos solidarios para hacer saber nuestra insatisfacción ciudadana.
Estoy plenamente consciente que puedo sonar mu apasionado de una ingenua esperanza, pero antes de matar la ilusión de tiempos mejores, prefiero construir un mañana con el prototipo de los días que quisiera vivir y mejorar los que les toque vivir a mis hijos.
Ojalá estos silencios algún día se reduzcan y sean sustituidos por los gritos de la justicia y el bienestar social, seríamos mejores seres humanos, mejores ciudadanos, mejores políticos (utópico pero posible).
Si acaso llegaran esos días, la guerra y la violencia, serían las conversaciones de ciencia ficción con las que se entablarían conversaciones triviales sin sentido alguno.

Un abrazo