martes, 10 de febrero de 2009

Un hechizo de ojos negros


Tus ojos negros resucitan tantas veces en mi memoria, me recuerdan que existes, que vives, que lates sola en mis amaneceres, en mis despertares, en las noches heladas de un febrero que trascurre y se vuelve eterno.
Murmuro tu nombre aunque no quiera, viene y se va, hasta el silencio te nombra, te conviertes en una nube de estrellas que nunca apagan su brillo, ni sus palpitantes destellos de luz, de esa luz que no se apaga, porque se alimenta de los sueños que construyo con tu rostro de niña buena.
Ya no suelo deshojar rosas intentando determinar si me quieres o no, lo descifro en tus besos, en esas miradas fijas, intensas, en el sentir de tus palabras que no se frenan y que se expanden rociando amores en sonidos que penetran mis oídos invadiendo el corazón que yacía herido, fugitivo de esperanzas.
Tus pequeñas manos que me toman y hacen nudos de cariños con las mías, tus múltiples sonrisas, tu piel canela que siempre es la excusa para perder el control del momento y condenarme a la locura de caricias infinitas, todas nuevas, todas tuyas, todas mias.

Y me critican por desnudarme en melancolías de tu ausencia fortuita, de tu distancia de mis ojos, de mi sedante imaginación que te trae de vuelta cada que te necesito.
Sigo ahí en murmullos, suspirando preso de mis propias pasiones, que navegan en tu mar, buscando el puerto de tu cuerpo donde anclar, donde soy fuego, donde te pertenezco.
Si naufrago en el viaje que me lleva a tu destino, me quedará en los labios el sabor de tus besos, dormidos ahí guardados en cielos sumisos, me quedarán tus te amo en susurros, tus caricias ansiosas repentinas e intensas, guardaré en un cajoncito tu olvido y creare mil historias de sueños dormidos.

Un abrazo