lunes, 16 de febrero de 2009

A propósito del 14 de Febrero


Y aconteció que el descubrió que la imagen de ella no se desvanecía, se alimentaba de un extraño embrujo que no se apartaba adherido a su piel.
No se explicaba porque su arraigada fasceta de seductor se veía atrofiada por la clara posibilidad de verse atrapado en los lazos hechizantes de un amor con valor y significado.
No era de los seres humanos que se había visto bendecido por momentos de eterna felicidad puesto que pensaba que, dicha sensación, no era un destino a donde llegar, sino una colección de esporádicas sonrisas internas que como vivencias y por escasos momentos le acariciaban la vida.
Repentinamente con su llegada parecía abrirse un mundo nuevo libre de miedos, sin la sombra dolorosa que provoca el desamor inusitado.
Se propuso entregarse en pleno al compromiso, ser leal, valorar cada palabra, cada detalle, a aprender a escuchar, a poner atención a cada mirada tierna que ella le regalara por muy efímera o prolongada que esta fuera, quitaría los candados y cerrojos del machismo en su corazón e intentaría que esta vez realmente funcionara.
El misterio aquí era , poder conocer los sentimientos privados de ella hacia él, aquellos que en su soledad la visitaban y le demostraban con indicativos afectivos, si el amor era lo suficientemente real y se adecuaba a los planes que él gestaba en ese momento para ambos.

Y es que esta es la gran paradoja a la que nos enfrentamos cuando amamos, poder llegar a percibir que toda entrega valdrá la pena, sin embargo es un hecho que amar de verdad siempre implica riezgos, siempre es una aventura sin un desenlace predecible y solo si ese sentir es correspondido, se volverá una travesía inolvidable donde cada historia atesorada será única e irrepetible.

Un abrazo